Foto: José Joaquín Diago |
I.- Un natural y dos estocadas en la cuvillada festiva. La tarde en que Castella estuvo en su papel de pegapases, Manzanares no quiso saber nada de su primero, pero en su segunda con el típico empaque y su no menos ventajismo, realizó una faena corta a un colaborador de Cuvillo, donde lo mejor con diferencia fue una tanda de naturales, en la que el tercero largo, mandón, profundo y certero rompió al toro al que acobardo, como cénit fue una estocada recibiendo con mucha verdad, en lo de los trofeos no entramos y menos en tarde de público de merienda. Ginés Marín que sustituyó a Roca Rey nos dejó con ganas de más pasando en tono menor por el albero valenciano, aunque se despidiera de un soberbio volapié de efecto fulminante.
II.- La tarde que desde el palco se quiso ser más protagonista que un tío que se la juega en el ruedo. También podíamos decir la tarde que entraron dos por el sistema podrido (anti)taurino y Ureña pasó del toreo accesorio de su primero al toreo con verdad en su segundo con un palo en el cuerpo. Matilla desde la nube, ese lugar que sabemos que existe pero que no vemos, continua arreglando y mangoneando ferias, servidor se entera que esta tarde el tapado de los toreros es el Matilla, y de repente ve la luz, porque es extraño que venga su chico preferido la tarde de antes y no coloque ninguno más. Paquirri y López Simón hicieron lo que de ellos se esperaba ante la corrida de Algarra, desperdiciando dos toros de éxito, el primero toreo vulgar, el segundo más vulgar si se puede, aún así paseo un oreja verbenera. Ureña podía explicarnos el espatarramiento de su toreo al natural que nos sometió en su primero, porque cuando en el segundo se puso de frente, dando el pecho, y con verdad todo cambió, al igual cuando se tiró a matar a un toro que se había puesto bailarín, entre las dos perchas, clavando el estoque arriba. Luego vino el sainete del presidente del que sólo diremos que necesita tener criterio, y tener un mínimo de afición, sin protagonismo que en este espectáculo el actor principal es el que se la juega en el ruedo.
III.- Preocupante el comportamiento de los cuadris. Parados, con poca casta, sin comerse a nadie, nada de lo que este hierro se espera, ante ellos Rafaelillo, estuvo en Rafaelillo, profesional, con actitud; Alberto Gómez, digno y capeó el temporal ante el que se movió más; Román también estuvo en Román, frescura, valentía, simpatía, dio la cara ante el noblón primero que fue el más colaborador, pero la faena se quedó en una tanda de naturales, sabiendo a poco. Como toda la calurosa tarde.
Epílogo.- Por estos lares todo contínua igual, los productions moviendose como pez en el agua entre políticos de todos los colores, invitando al periodista pelota al callejón (¡viva la independencia del cuarto poder!), el público viene a merendar, aficionados cada vez menos, mucho gin, incluso los que quieren autodenominarse aficionados íntegros, y al francés produgtor ni se le vio, ni falta que hace...
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