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miércoles, 21 de mayo de 2014

La tauromaquia, espectáculo subversivo

Vía Salmonetes...
La muerte, la herida, el dolor, el peligro son consustanciales al toreo, son lo que hace de la Fiesta un espectáculo único en nuestros días. Ante la anestesia social que representan los espectáculos de masas (el balompié en primer lugar), la ocultación de la muerte (tanatorios al borde de las autopistas), la vida vivida en forma vicaria (la novela, el cine), la idiota percepción de estar viviendo permanentemente momentos históricos (la muerte de Suárez, la suspensión de hoy en Las Ventas) o la ilusión de la presencia (la TV), sólo la tauromaquia pone al hombre contemporáneo frente a la verdad eterna de la muerte. Es, en ese sentido, el espectáculo más subversivo que existe.
José Ramón Márquez

domingo, 18 de mayo de 2014

Blasco Ibáñez dixit

“El país que esté libre de diversiones brutales, vergüenza de la especie humana, que avance y diga cuanto quiera contra las corridas de toros, que aunque para mí y para muchos son monótonas, siempre resultan más entretenidas y mas artísticas que ver correr jamelgos, deshacerse la cara a puñetazos dos gordos imbéciles o rasgarse a espolonazos unos gallos asquerosos de trasero pelado…Si alguna distinción debe hacerse dentro de la universal brutalidad, que ésta sea a favor de las corridas de toros, por ser el espectáculo menos peligroso para el público, ya que nadie se arruina con ellas, ni hay suicidios como en las carreras de caballos, donde los jacos se llevan entre las patas las fortunas de las familias y tal vez el honor”.
 Vía Valencia en Blanco y Negro

viernes, 16 de mayo de 2014

Misterio de Joselito

Joselito: tu nombre estaba escrito
en la página azul del firmamento,
para ir de verso en verso, como el viento,
para ir de boca en boca, como un mito.
Por eso yo te canto, Joselito,
porque has dado al toreo un sentimiento
y una verdad -la tuya-, un pensamiento
que mira cara a cara al infinito.
Quien te ha visto quiere volver a verte,
porque juegas sin miedo con la muerte,
conforme a tu verdad y a tu deseo.
Por eso yo, José, quiero cantarte,
porque has dado el misterio de tu arte
al arte misterioso del toreo.
                                                                   Antonio Casares

domingo, 11 de mayo de 2014

Corrida de la Verge: Menos de lo que se esperaba


Espejo de plaza
Tarde con cartel para aficionados con toreros que tienen que ganarselo cada tarde y con mucho que ofrecer, con toros de los de garantia por aquello con sangre bodeguera por sus venas y con presentacion de plaza de categoria, todo parecia a favor pero nadie contaba con el viento molesto, la aspereza geniuda de los bureles con mas necesidad de lidia que de poder gustarse y con unos toreros que cada cual interpreto un papel, solo salvando la papeleta el murciano de Lorca dejando en evidencia el momento que atraviesa y el de sus compañeros de cartel.

Corrida de la Virgen de los Desemparados. Se intentó engalanar la plaza con cuatro ramos de outlet y vistiendo a cuatro del personal de plaza con chupetin y camisa de blanca quedando todo en horterada. Con un tercio escaso de plaza que disfruto de temperatura agradable aderezada por una brisa que atempero a los tendidos y molesto en el ruedo, bajo la presidencia de don Amado Martinez, se lidiaron seis toros de Lagunajanda por los matadores Alberto Aguilar (silencio y silencio), David Mora (silencio y ovacion) y Paco Ureña (vuelta tras peticion y silencio). Se guardo un respetuoso minuto de silencio por Francisco Barrios 'El Turia'.

Silencio a la corrida traida por doña Maria Domecq, de impecable presentacion por delante no tanto en la conformación morfologica de alguno de los toros, habiendo tres cinqueños, todos cumplieron en mayor o menor medida en el peto pero llegaban al último tercio con poco recorrido que sólo les permitía sacar aspereza y brusquedad llegando alguno a presentar peligro, siendo más manso el sexto. Puntuación: Jacarando-9 (1,9); Felón-58 (1,5); Navajero-21 (2); Desento-73 (1,8); Fiofito-20 (2,1); Ladelvito-37 (1,7).

Palmitas a la tarde de Aguilar por intentar justificarse sin llegar a poder con toros que con otro hierro hubieran sido de signo torista, a los que habia que someter aunque les falto entrega.

Silencio a un David Mora que estuvo buscando el aplauso desaprovechando al lidiado en quinto lugar con las embestidas más francas y al que interpretó un pegapasismo más jaleado desde el callejón que desde los tendidos. En su haber el replicar un quite a su compañero ser sorprendido y continuar sin enmendarse,

Ovación a un Paco Ureña por estar puesto una tarde más, aceptando su compromiso, dejando las mejores tandas de la tarde por ambos pitones en su primero, un toro que sin ser cierto sometió por la colocación y su manera de torear, para después pechar con el manso sexto en el que pudo haberse llevado algo más que un susto al intentar torear con la zurda.

Palmas a las cuadrillas por un saber estar toda la tarde, sin alaracas ni alardes.

Silencio a la corrección presidencial, especialmente a la hora de entregar trofeos que esperemos que sea la misma que cuando se dejen caerse los geses.

In memoriam Manuel Granero, ... aquel 7 de Mayo

Patio de cuadrillas

Se guardo un respetuoso minuto de silencio por Francisco Barrios 'El Turia'

El primero de la tarde Jacarando-9

Todos apretaron en mayor o menor medida

Aguilar con el capote

Aguilar con la muleta

El arrastre

Mora en su papel
Mora en su papel
La media de Aguilar en el quite
Ureña toreando

Israel de Pedro


Mora tirando líneas
La puya, el toro y el torero

 

domingo, 4 de mayo de 2014

FELIPE II, LOS ESPAÑOLES Y LA TAUROMAQUIA por Angel Aponte Marín

 

Vía Retablo de la Vida Antigua:
 
Es sabido, además, que Felipe II dio largas y demostró tener mano izquierda para no aplicar, con todo su rigor, las disposiciones papales que proscribían la tauromaquia. Escribiría a Roma para que tales prohibiciones no tuviesen efecto pues los españoles -que no tenían remedio- no podían pasar sin estos festejos. Sus fieles vasallos llevaban la tauromaquia en la sangre, no era prudente pedir imposibles y fulminar excomuniones por ir a los toros era un sin vivir. Habría sido lamentable, pensamos, un brote levantisco contra Roma, no por las indulgencias, el número de sacramentos o la justificación por la fe, sino por no poder ver correr los toros de la tierra el día de la Patrona o por el nacimiento de algún infante. Eso o el infierno en vida. Sacrificios de este pelaje no se podían pedir a los vencedores de Lepanto

Vistas las cosas, en 1596 Clemente VIII otorgó perdón general -excepto a frailes y mendicantes díscolos- con la advertencia de que se evitasen muertes y de que no se jugasen toros en día de fiesta lo que al final, evidentemente, no se cumplió. Los clérigos tampoco debieron de obedecer las disposiciones papales. Roma quedaba muy lejos y bastante tenía el Santo Padre con parar, templar y mandar a cardenales y nepotes.
Con tales antecedentes, Felipe II tenía, necesariamente, que saber de toros.