10/10/2024
Ayer, en Valencia, se despidió Enrique Ponce en corrida triunfal y triunfalista de los ruedos españoles, con un público enfervorecido y partidista. No vamos por aquí, Dios me libre, a poner en duda las cualidades técnicas y artísticas de Ponce, que tras 34 años de alternativa podría estar otros 34 más.
Ayer en la que dicen es se plaza, cosa que pongo en duda, porque en ella hace tiempo que no ha tenido gestos y ha buscado la comodidad del toro fácil y dócil, como vimos esta pasada tarde, volvió a dejar claro que nadie como él entiende los toros en el ruedo, sabe como administrarlos y sobre todo como torearlos, con ese elegancia y ese temple y una muñeca prodigiosa que Dios le ha dado para mimar y conducir las embestidas chochonas de los toros que se elige. Aunque no podemos olvidar que ayer algunos de los elegidos con el hierro de la casa madre no tuvieron ni un gramo de casta y raza, teniendo que echar mano del sobrero, al con más movilidad, supo torearlo en el terreno favorable al toro, cerca de chiqueros, haciendo la faena toda en una área de tres metros cuadrados. Con suavidad sin tirones, pero siempre al hilo dando los saltitos marca de la casa, encandiló a un público enfervorecido desde el paseíllo.
Cuanto bien hubiera hecho este torero a la cabaña brava si hubiera apostado por el toro más encastado y menos chochón, si no que se lo pregunten al sr. Gallardo. Porque a servidor el Ponce que siempre le ha gustado es el del toro difícil o el mulo ilidiable que siempre acaba metiendo en el canasto. Pero eso y sobre todo en los últimos años ha sido harto difícil verlo.
Mucha suerte, maestro.