El aficionado díscolo ha escuchado
durante estos últimos tiempos el manido argumento de la renovación,
del recambio en el escalafón de matadores, de las nuevas caras que van a venir,
más que necesarias para atisbar un futuro prometedor en la Fiesta,
que cambien el panorama casi idéntico desde hace más de un decenio,
donde los carteles son repetitivos, inexpugnables, impenetrables.
Pero si algo necesita esta revolución
en la torería, a parte de los nombres son las formas y el fondo en
los conceptos del toreo asumiendo los compromisos que sostuvieron
este arte, viviendo la emoción en los tendidos para lo que también
es imprescindible que esa materia prima para modelar la obra de
arte, el Toro, sea el primero que transmita el entusiasmo, sensación
de verdad, nada que ver con la colaboración o mejor dicho el
colaboracionismo taurómaco, argumentación que a fuerza de repetirse
se acepta como dogma irrenunciable. Adobado con la capitalización de
la lidia, la reivindicación de los tres tercios, la resurrección
del tercio de varas, tan necesario como imprescindible, relegando al
monopolizo traicionero a una suerte de varas íntegra y medida a las
fuerzas del burel; la realización del tercio de banderillas no como
un trámite, sino con su verdadero sentido de avivar y ver el
comportamiento del toro; elevar al máximo rango la ejecución de la
suerte suprema, fin máximo de la lidia, no dejarlo relegado al
último trámite, pasaportando al animal con puñaladas traperas, sin
la menor dignidad.
El aficionado díscolo cuando se
anunciaron las ganaderías de la primera feria importante de la
temporada ya quedo perplejo cuando por parte del productor aranero,
vendedor de fábulas, capaz de creerse el redentor y reparador de la
tauromaquia, capaz de querer anular a los aficionados que no le
soplan la gaita, o hacer creer por enésima vez -oh! incautos- que
iba a cerrar una feria tres meses antes de su celebración, venía
con la cantinela de la renovación y la regeneración de la Fiesta,
apuntándose a un carro que no por necesario puede verse prostituido
por las intenciones empresariales.
Si uno observa las ganaderías que van
a estar presentes en la feria de fallas y hace una comparativa con
los últimos siete años que la empresa productions ha ocupado la
gestión del coso taurino, una ha estado presente en los siete años,
normal si su propietario es el ponedor-avalador de la empresa, otras,
las irrenunciables para las figuras (por el bien de la Fiesta) porque
sus bóvidos son el material necesario para llevar adelante una
Fiesta del siglo XXI (el toro que viene y va, llamado por alguno
integristas) han estado presentes entre cinco o seis años, aunque en
algunos casos han dado motivos, tanto físicos como psíquicos,
irrefutables para no volver en un lustro, al menos. Incluso la
ganadería que paga el mal llamado impuestos torista, para intentar
acallar críticas incómodas ha estado todos los años exceptuando la
pasada feria.
Más tarde, el aficionado díscolo, al
cerrarse al final los carteles pudo comprobar que la cacareada
regeneración está presente pero mucho menos de lo que se quiere
hacer creer. Era irrenunciable que dos nombres que el año pasado
sonaron con fuerza estuvieran presentes, alguno anunciado con mucha
anticipación, pero en sendos manos a manos, que ante mi escepticismo
natural no sabe bien a que puede obedecer: ¿abaratamiento del
cartel?, ¿pacto de no agresión?, ¿comodidad de la figura?,
¿inexistencia encubierta de sorteo? ¿estrategia productions, tan
favorable a este formato?, dejando fuera de posibles ternas a alguno
que tan bien arrea pero con menos fuerza mediática, presentes o
ausentes de la feria.
El aficionado díscolo también asiste
al tradicional baile en la presencia o ausencia en los carteles, los
que tenían que estar y no están aunque se lo han ganado, los que no
han querido venir, a los que no se ha sabido o podido satisfacer en
sus caprichos, los que están no por méritos taurómacos sino por
amarillismo mediático, los que tienen que estar si o si, los que
impone Matilla, los que sus designios son conducidos por los
productions y se venden como necesarios, los que abaratan carteles
con el manido argumento de la oportunidad provinciana, los que hacen
replantearse como esta la Tauromaquia actual para que puedan actuar
en corridas de toros, los que no están ni se les espera a pesar de
que tenían que estar.
Una vez más el encantador de
serpientes quiere vender lo que muchos quieren escuchar y comprar,
siempre delante de la realidad está el espejismo del oasis esperado
por no por ello deja de ser una quimera del presente. Así nos va..