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martes, 26 de abril de 2016

Tauromaquias Universales: Una exposición que nadie debería de perderse


Desde que el hombre se propuso contar su historia, el toro forma parte de ella. 
Consumir su carnees sinónimo de vida. Pero el toro es también el símbolo por excelencia del valor, la fuerza y la fertilidad. Desde la noche de los tiempos, el toro es un espejo donde el ser humano busca el reflejo de todas esas virtudes en su propio interior. Las hazañas de aquellos que lo combaten quedan inmortalizadas en los primeros grandes cantares de la Humanidad, y antes a través de testimonios gráficos.

La historia de estas primeras tauromaquias, poratdoras de valores universales, y su resultado en la corrida moderna, se muestra aquí.

¿La muerte del toro en público es el resurgir de un sacrificio ancestral?
Gracias a la corrida moderna, la lucha eterna de Eros contra Tánatos, el instinto de vivir contra la muerte, encuentra en la plaza una prolongación simbólica.
La mayoría de las veces, Eros triunfa, y la victoria del genio humano contra la animalidad sumerge al público en una catarsis redentora.
Sin embargo, el triunfo de Eros es efímero porque nadie puede vencer eternamente a la muerte.
La grandeza desesperada del hombre se manifiesta a través de este desafío lanzado por el torero en el ruedo, cuyo fin no es otro que elevarse sobre su propia condición.
Su hazaña lo acerca a los héroes mitológicos, e identificándose con él, la Humanidad sublima su instinto vital.
Prohibir la corrida con el pretexto de ser un espectáculo anacrónico, no haría desaparecer la muerte.
Por supuesto, en un mundo donde el animal tendría los mismos derechos que el hombre, donde la muerte fue vencida definitivamente y donde la existencia fuera una alegría sin lucha, la corrida perdería su dimensión simbólica y su justificación.
A la espera de este Paraíso utópico, la corrida conserva todo su sentido. Últimos depositarios de culturas milenarias, toreros y aficionados garantizan su perennidad.
Mientras el toro mítico frecuente nuestro inconsciente y mientras exista un hombre dispuesto a desafiarlo poniendo en riesgo su propia existencia, el soplo de la epopeya vivirá en nuestras plazas, regalándonos momentos de fervor compartido, en una comunión humanista alrededor de valores universales, cuya manifestación merece respeto.

Los Culpables de todo esto