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sábado, 23 de enero de 2016

'El miedo' por Silverio Pérez

Foto: www.silverioperez.mx
   El miedo, compadre, que se experimenta de pronto, como ahogo que detiene el aire en los pulmones, como un gran cansancio que te impide el movimiento, como ansiedad por algo que no se conoce pero que se va acercando para maltratarte, como ganas de llorar sin motivo, de explicar a gritos cosas que se agitan cerca del corazón.
   Yo empezaba a sentirlo inesperadamente, lo mismo en el patio de cuadrillas que en mi cama, la noche anterior a una corrida. Lo sentía llegar cuando menos pensaba en él, a veces en el burladero, a veces en la exacta mitad de una verónica. Llegaba en forma de escalofrío y me engarrotaba los músculos, como sudor viscoso que hacía resbalar el capote sobre mis manos, como dolor en los muslos y sabor de cloroformo en la boca.
   No sabes compadre, lo que es tener que ir al toro en esas condiciones, esperando que en cada lance te tropiecen los cuerno y la plaza empiece a girar llena de gritos. No te imaginas lo que es presentir el olor de la anestesia y sentir que por las piernas resbala   la vida. Con decirte que se la oye gotear.
   Yo nunca acepté mi miedo. Me daba coraje y entonces hacía mis cosas olvidándome de los fantasmas. Pero como te digo, de repente, llegaba aquello y entonces se terminaba mi voluntad. Me aplanaba sencillamente.
   En aquellas ocasiones conseguía dominarlo, sabiendo que no duraría mucho tiempo vencido y que poco a poco se iria imponiendo. Nunca tardaba el mismo tiempo y a veces me dejaba redondear una faena y otras ni siquiera el primer quite, de lo que tardaba en apoderarse de mí dependían las orejas (…).
   Impotente contra el miedo tuve que torear muchas tardes. Cómo luche por imponerme es cosa que solamente yo podría entender. Enfermo de espanto, salía a la plaza y a fuerza de voluntad conseguía los aplausos, con el sobresalto siempre de que aquello engarrotara cuando mejor sentía mis cosas.
   El miedo es cosa terrible, compadre. Y peor todavía es el miedo de tenerlo. Imagínate, tener miedo del miedo. Hasta parece albur, pero es la verdad de lo que me ocurría.
   Yo tuve siempre miedo de tenerlo. Y tuve también miedo puro sin complicaciones. Un miedo tan espantoso que muchas veces me obligaba a buscar la cornada para olvidarlo en los vapores de la anestesia. A veces la muerte misma hubiera sido un alivio.
   Entre miedo y miedo la fui jalando, hasta la despedida. Y aquí me tienes hoy, tan ignorante del campo como del toro, pero dueño ya de mis nervios, sin el presentimiento cobarde de la cogida, sin otro miedo que no sea de que se muera un puerquito o se me hiele la milpa.

                                                                                   Revista Siempre (1955), Silverio Pérez

1 comentario:

Rafa dijo...

Fenomenal documento. No lo conocía pero me ha parecido extraordinario.