Foto: SCP |
Tras un chaparrón primaveral que inundo el ruedo y marco el
devenir del festejo, ante un variado encierro de erales del hierro de Nazario Ibáñez,
encaste Nuñez, tanto en pelajes como en comportamiento, desde el manso rajado,
pasando por el manso encastado y acabando con un noble entregado, se
acartelaron tres novilleros de diferentes aptitudes que no actitudes, porque si
bien está claro que la bisoñez y la inexperiencia de unos chicos que quieren
ser algo en esto, no se pueden presentar en un festejo de luces chavales de
escuelas foráneas que si poner en duda sus ganas no presentaron ninguna credencial
para la esperanza de su futuro. Suerte para posteriores tardes a José Antonio
Valencia y Arturo Gilio.
Otro no tuvo dudas, con valor, sabe estar en la cara del
toro, y verlo siempre muy claro, dando importancia sobre todo cuando dio las
distancias exigidas, y algo que adolecen muchos coletas en la actualidad,
mandar desde el principio de la faena con doblones tan efectivos como estéticos
que supieron someter al manso propiciando su primer trasteo. En el debe de Borja Collado, en
ocasiones abuso del encorvamiento juliano y del encimismo imperante, también
por supuesto tiene que mejorar la técnica de la suerte suprema por algo su máxima
aspiración es llegar a tener el honor de convertirse en matador de toros.
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