18/IX/2024
Ir al encuentro de los Reyes Magos, como cada tarde que vamos a los toros, cuando un chico de Cadalso casi se sube a la barca de Caronte, es duro.Te obliga a hacerte muchas preguntas, surgen muchas dudas sobre esta afición, tan vilipendiada tanto desde fuera como desde dentro. Para acabar respondiéndote cuanta gente muere de fiesta en la carretera, o casi la palma con comas etílicos o metiéndose sustancias psicotrópicas adulteradas por camellos sin escrúpulos, gente que hace rafting, puenting, balconing y todos los tings que quieras, porque no puede un chaval de 22 años jugarse su integridad ante un novillo que no es un peluche, es un animal con instinto de arremeter y pegar cornadas, porque no puede un chaval con sus estudios superiores completados ser capaz de pegar cuatro naturales y sentir una satisfacción que rebosa su espíritu de torería. Torear es vivir, y la vida no es un camino de rosas como esta sociedad infantilizada y sobreprotegida nos quiere hacer creer. Por eso había que asistir a un festejo más, sin obviar la cruda realidad, con la certeza que estamos enganchados a una manifestación cultural donde la realidad se presenta con toda su crudeza, al triunfo lo separa una fina línea de la derrota, de la tragedia.
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