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martes, 19 de julio de 2016

Pongamos que hablo de Ceret


De nuevo un año más nos hemos acercado a las tierras del Rosellón francés, donde tienen a gala reivindicar su catalanidad, donde se da esa maravillosa conjunción de vivir la fiestas del pueblo con la afición a los toros metida hasta la médula. No es casualidad que en una población de cerca de 7.000 habitantes se organice una feria donde se dan cita aficionados de muchas y diversas nacionalidades.

Dicen los que ya hace años que se dan cita un fin de semana de julio por allí que no es como antes, algunos te dicen que ni sombra de lo que era, que el nivel ha caído en todos los sentidos, que se va a menos, ... ¿cualquier tiempo pasado fue mejor? probablemente, pero creo que es el sino de los tiempos que vívimos, sólo hay que ver como la gilipollez humana que parece no tener fin, ahora se dedica a buscar muñecos virtuales por las calles aunque ponga en peligro su integridad física y lo que es peor la de los demás.

Esta feria nacida con polémicas y demasiadas aristas, con la entrada de los pseudo veraguas de Aurelio Hernando, que si aterriza por las arenes de Ceret el fenicio y su comparsa con las cámaras y cables de noseque plus, y como guinda el comportamiento de los saltillos (?) de moreno silva en Madrid, con ese negativo eco mediático de los de la tele. Al final acudimos aficionados, pero menos, de todo el orbe taurino, como no especialmente los franceses, con una actitud pienso que demasiado escéptica frente a la concepción de los carteles.

El resultado cual fue de alguna manera lo que se esperaba, unos pseudo-veraguas que fueron una mansada aplomada salvada por un saltillo de verdad de Miguel Zaballos, que puso los puntos sobre las ies y donde estuvo como había que estar Perez Mota; un Curro Díaz que estuvo en currodíaz; un Iván Fandiño, que esta desaparecido desde la encerrona; una encastada novillada de los santacolomas portugueses de Vinhas, con unos novilleros que dejaron patente como esta el escalafón, es decir, totalmente plano; unos saltillos de Moreno Silva, donde apareció toda la gama de morfologías de los santacolomas echando de menos la de saltillo, demasiada miscelánea, y con un comportamiento diversos pero todos con posibilidades, donde Fernando Robleño pasó de puntillas, Juan Carlos Venegas no se vió y se le fue el más 'toreable' de la corrida y donde Aguilar tuvo pundonor y arrestos para someter al natural a un toro encastado, con dos series por la izquierda con mando y profundidad, resultando un oasis entre tanta vulgaridad.


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