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domingo, 7 de diciembre de 2014

Cuando la agresión es consentida por la sociedad

Se consienten los insultos hacia los aficionados, luego...

Poca o nula repercusión ha tenido en los medios generalistas el intento de sabotear un acto universitario y la posterior agresión a dos de sus asistentes, el doctor Rafael Cabrera y el aficionado Andrés de Miguel, cuyo único pecado según cuenta fue avisar al vigilante.
Cosa totalmente contraria hubiera sido que él o los agredidos hubieran sido los reventadores animalistas a pesar de haber invádido un espacio para boicotear un acto de la Universidad San Pablo CEU, taurino según ellos, donde se iba a disertar sobre 'La simbología taúrica en los albores del mundo antiguo' por parte de la catedrática en Historia Yolanda  Fernández-Cuesta. A buen seguro los medios comandados por muchos simpatizantes animalistas de nuevo cuño con diarréicas ideas sobre todo lo que huele a tauromaquia hubieran movido los engranajes de su demagogia para cargar contra los bárbaros y maltratadores taurinos, cuando en su inculta ceguera no se puede estar más alejado del estereotipo de muchos aficionados, aunque les interese vender totalmente lo contrario.

Sucede en una sociedad invadida por todo lo light y lo kistch, victima de la herencia de Disney, corruptor de mentes que consiguió mostrar como todos o casi todos los animales son buenos, que hablan, que piensan, y lo peor que sienten, pintando como malos a casi todos los humanos, consiguió cargarse todas las leyes de la naturaleza, donde en la cadena trófica unos animales se alimentan de otros por el simple hecho de subsistir. 
Una sociedad donde se ha llegado a tener como mascotas a serpientes, lagartos, cerdos o iguanas, pero donde los mayores son más bien un estorbo, donde nos quejamos con razón del sistema de salud para las personas pero soltamos una pasta al veterinario para ver que le pasa al conejo enano o compramos piensos especiales para gatos machos esterilizados en la luna de octubre.  

Ante esta situación, y perseguidos por enormes complejos venidos de épocas pasadas donde se apropiaron de todo aquello que tuviera que ver con lo hispano y de estos tiempos presentes donde es muy difícil mostrar la existencia de la muerte y de la lucha entre un animal y un hombre, es muy complejo casi vergonzoso, mostrarse como aficionado a los toros y a todo el universo que lo rodea, ser aficionado a la tauromaquia. 
Puedes ser tachado de faccioso, asesino, retrogrado, y en el mínimo de los casos trasnochado, por simplemente disfrutar o emocionarte viendo al totémico animal defendiendo su vida ante un tío que con un trozo de tela domina sus instintos animales, envidia de muchas mascotas que están enclaustradas en pisos de 75 metros cuadrados, soportando las excentricidades de sus dueños que llegan a vestirlos como a las muñecas de Nancy.

Ante esta tesitura social del siglo XXI, los gurús intelectualoides de estos movimientos se atribuyen una moralidad superior situándose en el espectro progresista de la sociedad, desconsiderando a los que no comulgan con sus soflamas, considerándolos de una catadura moral inferior porque ellos son la única verdad en este camino de descarriados, asimilando mucha maneras que por los años 30 del siglo pasado un iluminado acompañado de toda una masa de seguidores ciegos de sus teorías  quería salvar a los animales y condenar a miles de personas que no pertenecían a sus estereotipos raciales. ¡Les suena!

El silencio y complicidad de los medios de todos estos ataques antitaurinos no hace sino confirmar que la sociedad en su mayoría no quiere ver en estos activistas agresividad ni intolerancia, en esos movimientos animalistas se les asocia son sinómino de pacifismo y racionalismo, como si los que no comulgan con sus ideas fueran violentos, tarados e irracionales.
No se quiere ver que consintiendo agresiones verbales, pequeños boicots en actos de aficionados, a los que se les va permitiendo por parte de administraciones y políticos que por otra parte se les llena la boca defendendiendo la Fiesta, para no parecer autoritarios, llegarán inexorablemente más agresiones a aficionados, más injerencias en actos y a personas, y cuando nos queramos dar cuenta habrán actitudes violentas pero que estarán auspiciadas por los que se autoproclaman defensores de la libertades, pero solo de los que piensan como ellos. A lo mejor entonces será demasiado tarde para poner remedio.
Recordemos que a los nazis en Alemania y fuera de ella se les aplaudia, aunque ahora todos renieguen después de visto lo que sucedió. O sin ir más lejos como en los estertores de la dictadura de Franco o al principio de la transición había como una simpatía y complicidad por un amplio espectro de la población hacia los atentados de ETA y cuando quisieron darse cuenta era un monstruo descontrolado que mataba por matar.

La semilla de la intolerancia animalista está germinando, el campo está abonado por parte de los despechados taurinos, de los incompetentes políticos, de acomodados profesionales y aficionados , en un ambiente propicio para crecer en una sociedad disneylaizada, ausente de enemigos que sepan o puedan combatirla, sólo necesita tiempo para que crezca y sea imposible de cortar, y nos vaya estrangulando nuestra afición.

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