El campo bravo, especialmente el campo charro, va sufriendo un lento exterminio, un holocausto implacable contra todo lo que se sale de la raza del torito fácil y dócil, todo lo que huele a diferente, dirigido por el olvido zoquete del taurinismo y la burocracia intransigente de la administración que no distingue un toro de un caracol, para dentro de unos años cuando esto no tenga remedio gastar millonadas en encontrar el gen perdido de todos estos encastes y convertirse en salvadora la que contribuyó a sacrificarlos.
Atanasio, Sánchez-Cobaleda, ¿Sánchez Fabrés?, ...
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