Foto: Juan Pelegrín, blog de Manon |
Silencio de metal triste y sonoro,espadas congregando con amoresen el final de huesos destructoresde la región volcánica del toro.
Una humedad de femenino oroque olió puso en su sangre resplandores,y refugió un bramido entre las florescomo un huracanado y vasto lloro.
De amorosas y cálidas cornadascubriendo está los trebolares tiernoscon el dolor de mil enamorados.
Bajo su peil las furias refugiadasson en el nacimiento de sus cuernospensamientos de muerte edificados.
El rayo que no cesa, Miguel Hernández
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