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sábado, 30 de enero de 2016

El espejismo de la renovación (El aficionado díscolo)

 
El aficionado díscolo ha escuchado durante estos últimos tiempos el manido argumento de la renovación, del recambio en el escalafón de matadores, de las nuevas caras que van a venir, más que necesarias para atisbar un futuro prometedor en la Fiesta, que cambien el panorama casi idéntico desde hace más de un decenio, donde los carteles son repetitivos, inexpugnables, impenetrables.

Pero si algo necesita esta revolución en la torería, a parte de los nombres son las formas y el fondo en los conceptos del toreo asumiendo los compromisos que sostuvieron este arte, viviendo la emoción en los tendidos para lo que también es imprescindible que esa materia prima para modelar la obra de arte, el Toro, sea el primero que transmita el entusiasmo, sensación de verdad, nada que ver con la colaboración o mejor dicho el colaboracionismo taurómaco, argumentación que a fuerza de repetirse se acepta como dogma irrenunciable. Adobado con la capitalización de la lidia, la reivindicación de los tres tercios, la resurrección del tercio de varas, tan necesario como imprescindible, relegando al monopolizo traicionero a una suerte de varas íntegra y medida a las fuerzas del burel; la realización del tercio de banderillas no como un trámite, sino con su verdadero sentido de avivar y ver el comportamiento del toro; elevar al máximo rango la ejecución de la suerte suprema, fin máximo de la lidia, no dejarlo relegado al último trámite, pasaportando al animal con puñaladas traperas, sin la menor dignidad.

El aficionado díscolo cuando se anunciaron las ganaderías de la primera feria importante de la temporada ya quedo perplejo cuando por parte del productor aranero, vendedor de fábulas, capaz de creerse el redentor y reparador de la tauromaquia, capaz de querer anular a los aficionados que no le soplan la gaita, o hacer creer por enésima vez -oh! incautos- que iba a cerrar una feria tres meses antes de su celebración, venía con la cantinela de la renovación y la regeneración de la Fiesta, apuntándose a un carro que no por necesario puede verse prostituido por las intenciones empresariales.

Si uno observa las ganaderías que van a estar presentes en la feria de fallas y hace una comparativa con los últimos siete años que la empresa productions ha ocupado la gestión del coso taurino, una ha estado presente en los siete años, normal si su propietario es el ponedor-avalador de la empresa, otras, las irrenunciables para las figuras (por el bien de la Fiesta) porque sus bóvidos son el material necesario para llevar adelante una Fiesta del siglo XXI (el toro que viene y va, llamado por alguno integristas) han estado presentes entre cinco o seis años, aunque en algunos casos han dado motivos, tanto físicos como psíquicos, irrefutables para no volver en un lustro, al menos. Incluso la ganadería que paga el mal llamado impuestos torista, para intentar acallar críticas incómodas ha estado todos los años exceptuando la pasada feria.

Más tarde, el aficionado díscolo, al cerrarse al final los carteles pudo comprobar que la cacareada regeneración está presente pero mucho menos de lo que se quiere hacer creer. Era irrenunciable que dos nombres que el año pasado sonaron con fuerza estuvieran presentes, alguno anunciado con mucha anticipación, pero en sendos manos a manos, que ante mi escepticismo natural no sabe bien a que puede obedecer: ¿abaratamiento del cartel?, ¿pacto de no agresión?, ¿comodidad de la figura?, ¿inexistencia encubierta de sorteo? ¿estrategia productions, tan favorable a este formato?, dejando fuera de posibles ternas a alguno que tan bien arrea pero con menos fuerza mediática, presentes o ausentes de la feria.

El aficionado díscolo también asiste al tradicional baile en la presencia o ausencia en los carteles, los que tenían que estar y no están aunque se lo han ganado, los que no han querido venir, a los que no se ha sabido o podido satisfacer en sus caprichos, los que están no por méritos taurómacos sino por amarillismo mediático, los que tienen que estar si o si, los que impone Matilla, los que sus designios son conducidos por los productions y se venden como necesarios, los que abaratan carteles con el manido argumento de la oportunidad provinciana, los que hacen replantearse como esta la Tauromaquia actual para que puedan actuar en corridas de toros, los que no están ni se les espera a pesar de que tenían que estar.

Una vez más el encantador de serpientes quiere vender lo que muchos quieren escuchar y comprar, siempre delante de la realidad está el espejismo del oasis esperado por no por ello deja de ser una quimera del presente. Así nos va..

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