Vía: Aportaciones Históricas Taurinas Mejicanas. (Artículo completo)
En este siglo XXI que marcha a velocidades
extraordinarias, se desvelan con igual ritmo un conjunto notable de
síntomas impuestos por la postmodernidad, voz cantante que se impone sin
misericordia alguna. Como un “tsunami” está arrasando con todo, o casi
todo, y en ese “casi todo” han tenido que dar cara segmentos de una
sociedad que debe habitar este mundo bajo nuevas condiciones. Las puede
haber de supervivencia, laborales, de ingresos justos o no. Es decir, se
lucha por conseguir una vida digna en algo que se niega reconocer ese
esfuerzo, pues los dictados del nuevo principio que se impone así lo
establece con lo que, los sistemas de producción que alguna vez
plantearon Marx y Engels en las teoría del socialismo científico parecen
ya no existir en su estado original. (...)
Entre todos esos factores se encuentran también los de nuevas
ideologías o la exaltación de otras. El fundamentalismo parece ser su
mejor bandera. Y es esta condición la que viene causando modificaciones
muy severas en una sociedad como la nuestra, que parece confrontarse
cada vez más, por ejemplo, en casos como el de la tauromaquia.
Pasado y presente han entrado en conflicto, y es que nuestra
sociedad, en su más reciente actitud parece correr el riesgo de perder
toda comunicación e información sobre lo que el ser humano en cuanto
tal; o este involucrado en nuevas estructuras que integraron y han
integrado la escala social en sus distintas composiciones; pareciera ya
no representar el suficiente motivo de cohesión, destrucción y vuelta a
su nueva integración entre este conjunto de representaciones. Por tanto,
el corte parece ser abismal, pero también muy peligroso, pues se
abandona ese registro histórico en el que han ocurrido todos esos
procesos, lo que significa también alejarse para entender aquellas
complejas construcciones, con sus ideologías, creencias, esquemas de
operación, expresión y entendimiento que nos llevaría a reconocer, entre
otros componentes, aquellos que jugaron un papel relevante a la hora de
construir modelos de creencia, o aquellos relacionados con procesos
rituales o el que se concibe como el de un imaginario cotidiano bajo el
cual fue integrándose durante varios siglos la tauromaquia. Dicha
expresión ha podido depositarse en este siglo XXI, evolucionada, aunque
conservando esencias originarias relacionadas en lo fundamental con el
sacrificio y muerte del toro. Este acontecimiento ocurre a la luz del
día y es, incluso, inversamente proporcional a las matanzas colectivas
que se llevan a cabo, por ejemplo, en los rastros. (...)
Sin embargo, un
sector minoritario pero no necesariamente marginal de la sociedad,
cuestiona y ha cuestionado el hecho de que las corridas de toros tengan
que representarse en medio de toda su realidad. Ellos se oponen bajo el
argumento de que se mata al toro con las tres agravantes, de que somos
–digamos sus creyentes- seres a un paso de la aceptación y fomento de la
violencia. Ellos creen que incluso, los niños que acuden a la plaza,
son blanco vulnerable y fuente perfecta para concebirse ya, en su etapa
adulta como auténticos asesinos en potencia. Su actitud frontal,
cerrada, omisa para con quienes podemos argumentar el porqué de este
espectáculo, hoy día, se han fortalecido no solo por vía de la internet,
sino por las redes sociales (twitter, facebook, instagram…) y otras
herramientas que les permiten aglutinarse con sorprendente rapidez,
hasta el punto de articular auténticos escudos con que se sirven para
salir en defensa de “su” ideología que la respeto pero que no la
comparto.(...)
Ya lo apuntaba desde el principio: Postmodernidad o neoliberalismo,
junto con nuevas y más intensas ideologías que se decantan por ciertos
fundamentalismos, no quieren detenerse a escuchar la voz de una
representación que viene desde la noche de los tiempos y que hoy alcanza
el siglo XXI bajo la dura amenaza de su desaparición.
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