Con la celebración de los primeros
festejos en Ajalvir y Valdemorillo ha dado su pistoletazo de salida la
temporada taurina, que en breve cogerá consistencia en ciudades con
plazas de mayor calado donde asociaciones de aficionados están
preparando distintos actos en defensa del toreo tras un invierno en el
que se ha comprobado la declarada intención de estrangular la
tauromaquia por parte de las nuevas formaciones que ahora gobiernan.
Es
del caso de la Unión Taurina de la Comunidad Valenciana, que para la
feria de Fallas está organizando una gran concentración en la capital
del Turia. El buen hacer de quienes están trabajando en el empeño hace
presagiar que el acontecimiento será multitudinario y que en él veremos a
muchas de las caras más conocidas del negocio taurino. Su implicación
en la causa es fundamental. Muchos hemos reclamado que los profesionales
se movilizaran frente al activismo prohibicionista, que abandonasen una
actitud visiblemente pasiva para ponerse a defender aquello de lo que
viven; en ello va su presente y su futuro.
Finalmente
parece que toreros, ganaderos y empresarios han reaccionado y que ya
están manos a la obra para conservar los derechos y libertades que a
todo ciudadano nos deben amparar. Y esa labor han de ejercerla en los
despachos, en reuniones con políticos y juristas, pero en
manifestaciones organizadas por aficionados su puesto no debería ser la
primera línea, un lugar reservado para gente anónima que reclama lo que
es suyo sin ningún ánimo de lucro.
No
hay que dar motivos que puedan inducir a que alguien piense que quienes
abogan por la pervivencia de los toros lo hacen por interés económico.
Quienes viven del negocio han de estar al lado de la clientela, de
quienes les pagan sus habichuelas, pero nunca restarles protagonismo. La
tauromaquia es del pueblo, él se la arrebató hace tres siglos a los
nobles y a la aristocracia. El toreo bajó del caballo para imponerse a
pie. Los caballeros de linaje dejaron su puesto a los plebeyos sin
ilustres apellidos porque así lo requirió el público, el pueblo, que
ahora ha de exigir de nuevo lo que es suyo a esos gobernantes que
pretenden imponer su voluntad cual la nobleza de antaño.
Por
supuesto que empresarios, ganaderos y sobre todo toreros han de estar
presentes en este tipo de manifestaciones y fundirse con sus seguidores,
pero cediéndoles todo el relieve. Y en esto están incluidos también los
periodistas. Nuestra función es difundir todas estas iniciativas e
informar de ellas, pero los protagonistas son los aficionados, el
pueblo, el que debe portar las pancartas de cabeza con los máximos
honores.
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