Amar los toros
Os lo digo de verdad: amar los toros es tener el arrojo del jugador de póquer que verse un as entre las manos, que saca dos sietes y que continúa; es desear que el viento se calme antes de las cinco, es rogar al cielo que los toros embistan, que no sean bizcos, ni cojos ni mal intencionados, etc.; que el matador esté inspirado, que los bichos no se queden en las picas, que los peones no metan la pata, que la estocada sea buena, que el descabello funcione, etc.
Amar los toros es, cada tarde, a eso de las cinco, creer en los Reyes Magos e ir a su encuentro.
Las orejas y el rabo, Jean Cau
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