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viernes, 29 de abril de 2011

Victorino en descenso


Tras su paso por Castellón, ya dije que los victorinos presentados no eran de presencia y trapío marca de la casa, o sea saltillo-albaserrada, más bien hacia el tipo santacoloma ibarreño, incluso alguno hubiera pasado por parladé, todo parecía que hubiera sido una prueba, un ensayo pero no ante lo visto ayer en Sevilla todo indica que esa va a ser la fachada que no van a ofrecer los nuevos productos de la casa Victorino, donde parece que ha penetrado la labor del hijo, acordes con los nuevos tiempos.
Por cierto los de Castellón eran del guarismo 6 pero los que aparecieron por la Maestranza hace poco le cantaron cumpleaños feliz, 4 añitos recien cumpliditos, una monada.
Los presagios para el futuro de este hierro por este camino no son muy claros, más bien negros. El tiempo nos sacará de dudas.

Enlazamos con el inicio de la crónica de José Ramón Márquez en 'Salmonetes...':
Y por fin los Victorinos. ¿Victorinos? No. Esos no son los victorinos, esos son las tudancas de la Unión de Criadores que ha inventado Victorino hijo, el acabose, el punto final. La corrida que nos ha traído tan desahogadamente el nene al Baratillo es justamente la negación de la idea que uno tiene de Victorino. No veas lo feos que eran los toros, el tal Molillo, número 64, ensillado y con un pedazo de morrillo; el cuarto, Conducido, número 18, lo mismo, y para qué seguir; lleguemos rápidamente a la guinda de la tarde que fue el tal Heredero, número 21, que era el torito de juampedro (qDg) al aroma del paleto, y lo del aroma se refiere a la cara y a la capa. No creo que en toda la historia de esta ganadería, desde que la fundó el Marqués de Albaserrada en 1912, que ya ha llovido, haya salido un toro más tonto y más bobo que este tonto del haba que atendía por Heredero. Al parecer ya se va cumpliendo el sueño del niño Victorino, de llegar a la toreabilidad ésa que dicen ahora, que hay que estar mochales para, después de haber cosechado toda la fama que tienen a base de alimañas, de casta y de respeto, tener el ansia de que sus toros ‘hagan el avión’ y ‘se dejen’.

La corrida, digan lo que digan, salió fuera de tipo, sin raza y sin casta. Mansos no es que fuesen, pues no huyeron de los capotes ni de los caballos, pero el comportamiento en general recordaba más a la apacible vaca de Milka, berrenda en morado, que al toro Murciano o al toro Gaditano, o al Platafina o al BeladorBorgoñés, aquí en Sevilla, por decir unos cuantos a vuelapluma de los que le han labrado la leyenda. Da vergüenza ajena ver este encierro, este comportamiento y este punto final y, si Dios no lo remedia, sin retorno.

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